jueves, 11 de febrero de 2010

Entrenar con calor


Con la llegada de las altas temperaturas que nos trae este caluroso verano exigimos a nuestro cuerpo un esfuerzo extra. La sudoración aumenta, se pierden más líquidos, no se entrena tan deprisa… Analicemos como debemos correr con calor.

La sudoración supone una extraordinaria adaptación a estas condiciones pero la pérdida de líquidos y minerales debe ser repuesta. Nos encontramos algo más débiles y con mayores necesidades hídricas, pero nada parece indicarnos cuántos y qué tipo de minerales tenemos que reponer. Beber más agua y comer más fruta y vegetales es algo que hacemos desde simpre en verano. Pero ¿es suficiente?
Evitar los calambres, el agotamiento o un “golpe de calor” debe ser nuestro objetivo cuando entrenamos y competimos ahora. El metabolismo sólo trabaja si se mantiene dentro de un estrecho margen de temperaturas que van de los 36,7º C a los 36,9º C. El exceso de calor debe eliminarse durante el ejercicio; si no es así, la temperatura corporal llega a subir a niveles peligrosos en poco tiempo.
El cuerpo desprende el calor sobrante gracias a un complejísimo e ingenioso sistema de termorregulación. A su vez, este sistema se controla desde el sistema nervioso central, en concreto desde el hipotálamo. El exceso de calor se puede disipar por radiación (rayos infrarrojos), por conducción (absorción por el aire), convención (corrientes de aire) o por evaporación (la sudoración), siendo este último el más adecuado cuando corremos.

¡OJO CON EL SUDOR!

Cuando la humedad relativa del ambiente es extrema se pone en peligro el mecanismo de termorregulación basado en la evaporación (sudoración). La humedad relativa supone la cantidad de vapor de agua suspendida en el aire y determina el agua que puede evaporarse por la piel cuando estamos haciendo ejercicio físico. A más alta humedad relativa, menor capacidad del aire para absorber el líquido de la piel, esto es, el sudor. Cuando corremos con temperaturas altas y humedad elevada debemos adaptar nuestro entrenamiento a esas condiciones más exigentes.
En verano deberemos ir aclimatándonos a las nuevas temperaturas buscando horas de entrenamiento adecuadas y, si no podemos elegir, bajando el ritmo de entrenamiento o, en todo caso, mejorando la hidratación. Por la mañana temprano, o al atardecer, evitaremos las “horas-pico” de calor, las más peligrosas. Si, por vacaciones o alguna competición, vamos a la playa y no estamos acostumbrados a esos climas más húmedos, los primeros días de entrenamiento cuidaremos la hidratación cada 15 ó 20 minutos, pues vamos a observar que sudamos con mayor facilidad, incluso aun habiendo elegido las primeras o las últimas horas del día. El consejo es beber agua con regularidad acompañada, si procede y es costumbre, de sales minerales, en las proporciones que aconsejan los fabricantes y no en otras.

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